Calaceite

Calaceite se encuentra situado en la carena de una loma que forma la divisoria de aguas entre el río de Algars y el Matarraña, en el cual sobresalen los cerros de San Antonio, de San Cristóbal y del Castillo. El núcleo más antiguo se formó alrededor del antiguo castillo, del cual no quedan restos visibles, donde se edificó también la primitiva iglesia de San Pedro, parece ser que en el mismo lugar donde se encontraba la antigua mezquita.

El hombre en la prehistoria habitó esta zona abundante en caza y pesca, dejando frecuentes muestras de pinturas rupestres descubiertas por el arqueólogo Juan Cabré en 1919. (Calapatar, barranc dels Gascons, grabados rupestres en la Vallrovira). Son interesantes huellas también la Roca Caballera (mesa de rituales) y las construcciones funerarias de els Villalongs. Los poblados ibéricos abundantes en el entorno de Calaceite (Tossal Redó, els Castellans, Sant Antoni…) quedaron destruidos en el período de romanización del país. Son del mayor interés los restos del collado de Sant Antoni, que pueden visitarse con fácil acceso. Fueron estudiados en las excavaciones dirigidas por el Dr. Bosch i Gimpera en 1915.
La fortaleza árabe que coronó el cerro donde se asienta Calaceite, le dio su nombre: Qal’at Zayd (Castillo de los Zayd), notable familia que se estableció en estas fértiles tierras del Matarraña. De esta etapa quedan numerosos huertecillos con pozo de noria y el molino aceitero (Molí de la Vila) y los azudes del molí Nou y molí Vell.
El conde Ramon Berenguer IV organiza la reconquista del territorio y encomienda la de Calaceite a los caballeros Rotland de Cambrils y Dalmau de Canyelles, quedando como sus primeros señores en 1151.
De 1180 a 1428 es el período de dominación de la Orden de Calatrava, a cuyos caballeros recurrió Alfonso II para reconquistar de nuevo el territorio que se había perdido con las incursiones árables desde los puertos de Beceite. De 1428 a 1452, Señorío de Juan de Navarro y Francisco de Ariño.
El 1452, el Cabildo de la Catedral de Tortosa compra el señorío de Calaceite a los Ariño, hasta que en 1836, con la desamortización, Calaceite quedó libre.
En el año 1644, los ejércitos de Felipe IV en sus guerras contra Cataluña (1640-1651), destruyeron, saquearon e incendiaron Calaceite el 25 de mayo. La iglesia del s. XII quedó destruida, así como la mayoría de los edificios. Esto explica que muchos de ellos fueran restaurados en el s. XVIII en un período de paz y expansión económica.

Calaceite tiene un gran valor y belleza arquitectónicas. Su casco urbano fue declarado en 1973 Conjunto de Interés Histórico Artístico y en Bien de Interés Cultural (BIC).
El centro se articula en torno a la plaza Mayor y el templo parroquial. De este núcleo parten tres vías principales que atraviesan la población y que conectan con las capillas-portales, de la Virgen del Pilar, San Antonio, y la desaparecida Virgen del Rosario.
Su estructura urbana tiene dos núcleos elevados originarios, la Torreta y el Castell, y destaca la abundancia de casas solariegas. A lo largo del s. XVIII y principios del XIX hubo un período de eclosión arquitectónica en el que se construyeron muchas casas (se pueden observar sus escudos en las portadas) como indicio de prosperidad económica debido al cultivo del olivo del que Calaceite ha sido históricamente máximo productor de la zona.

Calaceite forma parte de la Asociación de “Los Pueblos Más Bonitos de España”.

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Costaleros

Cuando vemos un paso llevado a costal vemos los pies de los costaleros y nos imaginamos el trabajo que tiene que suponer llevar más de 1800 kilos entre 50 personas, pero lo que no vemos es todo el trabajo y preparación previa necesaria para que ese paso salga a la calle.

Ponerse la faja, preparar minuciosamente el costal y ponérselo ayudado por el compañero de confianza para que quede colocado en el sitio exacto… la charla del capataz, la meditación, el repaso de las funciones de cada uno según su posición en la trabajadera y el ensayo de los momentos más críticos para que, una vez debajo del paso, estos se realicen con precisión y, sobre todo, con seguridad… y muchas horas de ensayos en las semanas previas a la Semana Santa.

La ausencia de los respiraderos durante los ensayos permite observar a los costaleros y, a lo largo de las horas, podemos ver caras de sufrimiento, de alegría, de meditación, a unos dando ánimos a otros cuando lo están pasando mal, o el esfuerzo cuando el capataz dice “atentos a lo que se va a mandar, ¡¡al cielo con él!!, ¡todos por igual… a esta es!” y, al golpe del martillo se elevan todos separándose del suelo. Y cuando finalizan su recorrido y salen de debajo, caras de agotamiento, pero sobre todo caras de felicidad y emoción al abrazarse entre ellos.

En las cuadrillas conviven personas de diferente condición social, diferentes niveles formativos y económicos, diferentes ideologías y con distintas motivaciones, pero el sacrificio bajo el paso los iguala a todos y se establece entre ellos un vínculo de hermandad que perdura por años.

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