En un sentido amplio, se entiende por “mas” cualquier edificio mayor que una caseta y más pequeño que una torre o “chalet”, situado fuera del núcleo urbano del pueblo, y mínimamente habitable.
En un sentido estricto, el “mas” era una construcción ligada tradicionalmente con la siega y la trilla. Por lo general constaba de una pequeña estancia en torno a un fuego bajo, una cuadra para las caballerías, y un altillo (“pajar”) que se usaba de dormitorio y para guardar la “parva”. Cada “mas” tenía su propia era donde se trillaba y aventaba el trigo.
Su proceso de construcción era tan sencillo (cuatro paredes de mamposte, argamasa o barro, “cañizos” y tejas) que hasta las familias más humildes podían construirlos y disponer de ellos. De ahí que haya partidas en el término de Albalate en que están tan abundantes y apiñados, que se convierten en auténticos protagonistas del paisaje.
En la parte más oriental de Teruel, los mases o masadas fueron auténticas unidades económicas completas, con corrales, huerta, era y tierras de labor, que sirvieron para repoblar los territorios reconquistados a los musulmanes. En estas partidas, alejadas de los núcleos de población, vivían permanentemente los masoveros, familias que se encargaban de su explotación. Solo en el Maestrazgo hay registradas 676 masías, de las que muy pocas siguen habitadas.
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